viernes, 24 de septiembre de 2010

¡Viva la Pepa!

No quiero dedicarme a comentar todas las melonadas que veo y oigo aquí y acullá, pero hay veces que resulta imposible quedarse callado. Además, como persona interesada en la historia desde jovencito -aunque luego mis rumbos académicos y profesionales fuesen luego por otros derroteros-, me irritan sobremanera los intentos de apropiarse del pasado por parte de tirios y troyanos.

Pues bien, el telediario de TVE de hoy nos ha regalado a los somnolientos expectadores con un amplio publirreportaje sobre los fastos que celebran el 200 aniversario de la sesión inaugural de las cortes de Cádiz, aquellas que un par de años más tarde sancionaron la Constitución de 1812, icono del liberalismo español en el siglo XIX, la famosa "Pepa". Se ve que el régimen de la Constitución de 1978, que tanta dicha y prosperidad nos ha traído a los otrora atribulados súbditos de la monarquía hispánica, anda buscando de modo un tanto desesperado referentes de legitimación en el pasado, cosa que, dicho sea de paso, es una de las características típicas de esa cosa que suele llamarse el nacionalismo.

El referente de legitimación democrática más valioso -quienes lucharon por la libertad de 1936 a 1975, cuanto menos- no fue tenido en cuenta, así que ahora el régimen nos regala esperpentos como el de hoy en Cádiz, con presencia borbónica y abundante fanfarria napoleónica y pseudo-goyesca, en una suerte de alucinante chirigota visual.

Quizá lo más surrealista ha sido el "cuadro vivo" que reproducía el lienzo en que Casado del Alisal reprodujo el evento de hace un par de siglos. Como el acto lo presidió en su día un retrato de Fernando VII, a la sazón prisionero (no sin comodidades) en Francia, otro tanto han hecho hoy, sin tener en cuenta que fue ese mismo Borbón quien nada más volver no es que aboliese sin más la constitución, sino que sacó un celebérrimo decreto en que su proclamación y otros "abominables hechos" se decretaba que simplemente no habían existido, mientras iniciaba la implacable persecución de "ponentes constitucionales" de entonces. Hay que ver cómo las gastaba el Borbón. El dato, no hace falta decirlo, ha sido piadosamente omitido en el telediario, probablemente porque decirlo hubiese incomodado a su eximio vástago, al que quizá hubiesen recordado así que también otro Borbón, su abuelo por más señas, no destacó en eso que ahora llaman "valores constitucionales", en los que tanto ha incidido el ínclito Bono en el acto mismo de hoy.

Es innegable que la Constitución de 1812 no dejó de tener su importancia (fue la tercera en su género, detrás de las de los USA y la francesa de 1791) y, que de haber tenido algún valor más que simbólico hubiese convertido al reino de España en uno de los más avanzados políticamente de su tiempo, pero defectos también los tenía: no citaba ni de paso la "cuestión foral" y se limitaba a convertir a España en un estado ferozmente centralizado, un rasgo que la aproxima más a su modelo francés que al americano. A todos, claro está, tal rasgo no les disgusta, empezando por Bono, que ha tenido hoy un discurso "duro" de cara a los pertinaces nacionalistas periféricos.

El problema, mes amis, es que por otra parte los padres de la patria de hace dos siglos no tenían una idea demasiado clara de en qué consistía España: entonces, teóricamente al menos dada la muy complicada situación, los territorios de ultramar seguían siendo parte de la Corona española, de modo que, al proclamar la igualdad de todos los españoles ante la ley (rasgo en sí mismo loable), se referían a "los españoles de ambos hemisferios". Unos pocos años más tarde, uno de los defensores más acérrimos de la Pepa, el guerrillero Xavier Mina "el Mozo", navarro aunque liberal, tras fracasar su pronunciamento contra el "Tirano" (Fernando VII, of course) se fue a México a pegar tiros a favor de los insurrectos. Apresado por las tropas reales, fue fusilado y hoy es uno de los héroes nacionales aztecas. Ahora bien, ocurre que leyendo sus cartas y escritos varios queda meridianamente claro que Xavier Mina no tenía una conciencia muy clara -si es que tenía alguna- de estar luchando por la "independencia" de lo que para casi todo el mundo, incluidos no pocos de los insurrectos, seguía siendo el Virreinato de Nueva España, sino que iba ahí a combatir contra el despotismo de Fernando VII, del mismo modo que había intentado hacerlo en su tierra, sin mayor éxito. Estas gentes, pues, andaban un poco a caballo de mundos diferentes, por un lado las ideas liberales que empezaban a extenderse por sectores de la población más amplios de lo que se sospecha, y por otro una visión de la Monarquía Hispánica un tanto añeja, pero bastante alejada de lo que un Bono entiende por "España".

Perdonen vuestras mercedes la chapa histórica, pero quería denunciar la burda manipulación "constitucional" de hoy, en la que sonaba la Marcha Real donde uno hubiese esperado la de Riego.

martes, 21 de septiembre de 2010

Agur, aitona

El sábado noche, de madrugada, supe que el abuelo se nos había ido. Me había quedado hasta muy tarde emperezado en el sofá, leyendo con cierta desgana. Al final me dio por poner la tele e hice algo de zapping. Películas de serie C, programas cutres de esos que llamas y te dan no sé qué premios, así como publicidad aún más cutre de chats guarros, ésta última de preferencia en populares cadenas locales que durante el día venden una visión del tema algo más estándar y acorde con las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia. Así pues, acabé recalando en el canal 24 Horas de TVE. No recuerdo de qué hablaban, sí que en la parte inferior de la pantalla pasaban el "Última hora". Labordeta había muerto hacía una hora escasa.
La chaparrada de reacciones varias que luego siguió, ya en domingo, me quitó las ganas de escribir nada al respecto, ya que he sentido sensaciones cercanas a la náusea al ver que quienes en vida lo hubiesen fusilado ahora lo aclaman. Pero luego he pensado que, ¡qué coños!, pues igual voy y escribo lo que me sale de las narices, que ya está bien de que no nos dejen hacer lo que queremos, joder. Como ven vuestras mercedes, hoy me he levantado con cierto ánimo aragonés.
Hilvanaré ciertas ideas así como me vengan.
Lógicamente, nunca conocí en persona a Labordeta. De todos modos, por los años de su inolvidable (y para él amarguísimo) paso por el Congreso yo trabajaba al lado de tan benéfica institución. Lo veía mucho por la calle, yendo a o viniendo del parlamento, envuelto en su tabardo, con su gorra y casi siempre con cara de mala leche. Me hubiese gustado decirle algo, pero soy tímido y, además, no me conocía de nada, y creo que toda persona, por muy conocida y famosa que sea, tiene derecho a andar tranquila por la calle sin que le dé la vara ningún pelma.
En el lugar donde trabajaba había y hay un reputado restaurante al que honraban con sus diarias visitas los padres de la patria socialistas, populares y nacionalistas transversales, aunque rojos, separatistas, federalistas y republicanos varios tampoco le hacían ascos. Por lo general, a cargo, en última instancia, del sufrido contribuyente. Pues bien, a Labordeta nunca, jamás, lo vi saliendo ni entrando ahí. Luego he tenido otros testimonios acerca de su austeridad personal como diputado.
Siguiendo en la línea de recuerdos personales, he de decir que hace ya bastantes años me produjo cierta desazón leer una entrevista a Labordeta en la acabó por darle cierta zurra al nacionalismo vasco. Al abuelo se lo perdonamos, entre otras cosas porque creo que ahí se dejó llevar por cierto prejuicio antivasco y / o anticatalán por parte de lo que podríamos llamar las naciones ya casi del todo liquidadas de la piel de toro. También es cierto que no son pocos los vascos y catalanes que piensan que fuera de sus respectivas comunidades todos son feroces centralistas y furibundos nacionalistas españoles. No sé, cierta desazón a la que he sentido cuando desde cierto "leonesismo" ha solido incidir en la misma línea (pero de modo insistente y mucho más agresivo) un Julio Llamazares, cuyo hermoso pero terrible libro, La lluvia amarilla, es por cierto un canto a las tierras del Pirineo aragonés y la mayor denuncia de la brutal despoblación de sus tierras, consecuencia de un abandono secular por parte de administraciones propias y ajenas. Luego, como sabemos, las cosas han mejorado mucho gracias a Aramón, la empresa semipública (es decir, que si hay beneficio, va a manos privadas, y si pérdida, lo paga el contribuyente) que ha traído la mirífica salvación de las pistas de esquí y promociones inmobiliarias anexas, spas y resorts incluidos. Lo de Las Vegas en los Monegros, dejémoslo estar.
Pues bien, si hubiese podido, le hubiese intentado transmitir a Labordeta lo que en agosto de este año sentí de nuevo en un largo periplo que me llevó desde Zaragoza hasta Benasque: la sensación de triste belleza que me producen las tierras del Somontano y del Montsec de Barbastro, tierras duras y descarnadas, jalonadas de pueblos abandonados. Y, sobre todo, que en lo básico y fundamental estamos de acuerdo: en que ya está bien de nos digan lo que tenemos que hacer.
Se me olvidaba decir que de madrugada llovía, al menos en mi pueblo. Según los caseros vascos, si uno se muere mientras llueve, eso es señal indefectible de que el finado era buena gente y se va al cielo derecho. No sé si el cielo existe, pero de existir, imagino que ha de ser un sitio estupendo donde nadie te dice qué tienes qué hacer ni qué tienes que ser, ni cómo ni por qué, que en eso, más o menos, debe consistir la dichosa libertad que tanto y tan bien nos ha cantado el abuelo.