sábado, 13 de noviembre de 2010

¡Cronifiquemos el conflicto vasco!

La semana que va a acabar ha sido intensa por lo que respecta al llamado conflicto vasco: el famoso reportaje de La Sexta, el juicio a Otegi y otros peligrosos terroristas, la declaración de Eguiguren, lo que la presidenta de la AVT le espetó a la mujer de éste, que si Currinn dice o deja de decir... Los más optimistas hablan de que sí, de que el final de la cosa está cerca.
Pues yo no lo tengo nada claro. Es más, soy partidario de convertir el conflicto vasco en una suerte de enfermedad crónica de baja intensidad. El sabio Epicuro, filósofo hedonista que se pasó toda su vida enfermo pero murió viejo, ya decía que en tales enfermedades se encuentra mucho de placer. Además de que, digan lo que digan, la cosa parece que va para largo: de hacer caso al inefable Rubalcaba, los últimos detenidos y procesados no saldrán antes del 2048... Aprovechemos el tiempo haciendo algo positivo, pues.
Además, una solución razonable a la cosa tendría efectos colaterales totalmente indeseados: ¿dónde recolocaremos a tanto picolo, policía y guardaespaldas? ¿Cuántos periodistas, opinadores y etólogos tendrán que enfrentarse a la cruda realidad, al vacío de no tener sobre qué vomitar? ¿Qué decir de la AVT, o de la recién resucitada Gesto por la Paz? La semana pasada TeleMadrid nos ilustró con un interesante reportaje sobre la diáspora vasca, en el que hablaba un guardaespaldas que decía estar "profundamente preocupado" con la última tregua-altoelfuego-suspensióndeaccionesarmadas-loquesea de la ETA. Vaya para él toda nuestra solidaridad y compensión, porque quedarse en la p..... calle con 40 tacos y sin curro es una jugarreta, sí señor.
Así que dejémosnos de arreglos, paces ni rendiciones, y cronifiquemos la cosa. Además de evitar los males reseñados arriba, la prolongación de un conflicto crónico de baja intensidad traería otro tipo de ventajas. Por ejemplo, fomentar el turismo en el País Vasco ahora que el Guggenheim no atrae tanta gente. El Gobierno Vasco incluso podría volver a fichar a Rosa Díez como Consejera de Turismo. Ven y vívelo sería el lema de la nueva campaña.
Así, si en Corleone venden figuritas de capos varios para regocijo de los turistas, no vemos por qué no vamos a hacer algo similar y poner nosotros a la venta muñequitos encapuchados, os sustuir los ya rancios vasquitos y nesquitas por borroquitas y zipayitos. Los de Kukuxumuxu podrían también aportar lo suyo con una nueva colección de camisetas: la cúpula de la Cosa jugando al mus, unos guardias civiles, con tricornio y todo, corriendo detrás de los sarfemineros, la Brigada Móvil hostiando a un rebaño de simpáticas ovejitas jarraitxus...
Así mismo, podríamos organizar tours guiados. Después de embucharse unos pintxos postmodernos en lo viejo, los turistas podrían visitar algunos de los más temibles feudos del abertxalismo radical y sentir emociones aún más fuertes que las de PortAventura. Los nativos podrían ser contratados para atacar los autobuses: usando efectos especiales, nadie saldría herido y el espectáculo podría quedar la mar de auténtico. En Hernani, por ejemplo, se podría poner a la venta un bono que incluyese visita al Chillida Leku y luego una cena en la herriko taberna local.
Si en Toledo o en Nürenberg los turistas sienten una deliciosa sensación de miedo (¡hay que ver lo morbosos que somos!) visitando exposiciones de antiguos instrumentos de torturas, algo análogo podríamos hacer nosotros también. Para ello sería necesaria la colaboración de la Benemérita, de por sí poco dada a las jornadas de puertas abiertas, pero a cambio de unos presupuestos aprobados todo se consigue. Así, tras el emocionante tour por los suburbios del terror, los turistas sentirían emociones ya verdaderamente heavies visitando La Salve o el Palacio de La Cumbre, e incluso pasar una noche en el cuartel de Intxaurrondo. Y para los más atrevidos, una sesión de bolsa, bajo supervisión médica (así recolocaríamos a algunos forenses especializados en que luego no se note nada), y para los deportistas una ruta en BTT por los alrededores del antiguo cuartel de Endarlatza.
También podríamos renovar el stock de fiestas y celebraciones vascas, que ya está muy visto, y organizar el Día de la Condena, que daría un aire nuevo a los carnavales locales. Tras emborracharnos todos y condenar con toda la solemnidad debida, se procedería a la quema pública de Miel Otxin, por no condenar.
Tampoco vamos a descuidar el ámbito académico y dejar a los jonjuaristis, edurneuriartes y otros savateres de turno sin nada qué hacer. De hecho, podríamos reunir en una carrera específica los estudios de etología, hasta ahora tan dispersos, con asignaturas tan interesantes como "Ergatividad y violencia vasca", "Para una interpetación queer del terrorismo", "Los bagaudas vascones del siglo V: la democracia romana amenazada" o "De la cuadrilla al comando pasando por la sociedad gastronómica: una aportación al análisis del gregarismo vasco".
Todo esto, claro está, no son más que unas humildes sugerencias, abiertas a nuevas aportaciones. A más de un uno incluso podrá parecerle de mal gusto, pero la cuestión es que nunca pretendimos tener buen gusto alguno.

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