sábado, 13 de noviembre de 2010

Post Scriptum. Sobre el nombre akelarre y otras cosas

La palabra akelarre aparece por vez primera en las declaraciones del juicio de Logroño, así como en la sentencia leída públicamente. Sin embargo, el texto que más la difundió fue la anónima y credulísima Relación del ... Auto de la Fee, publicada en Logroño por Juan de Mongastón en 1611. De ahí la tomó el juez vesánico Pierre de Lancre, que la cita en su narcisista libro Tableau del'inconstance..., que a su vez fue la principal fuente de información del historiador decimonónico Michelet. El folleto de Mongastón fue conocido y leído con volteriana fruición en los círculos ilustrados del finales del XVIII, y de hecho fue una importante fuente de inspiración para las pinturas y grabados de tema brujeril de Goya. Moratín, amigo de Goya, quien pintó su retrato, hoy conservado en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, reeditó el texto famoso añadiendo sabrosas notas de sabor volteriano y descreído. Goya, a lo que se ve, tenía menos confianza que su amigo literato en el poder de la razón.

Pues bien, a principios del siglo XX ejercía de médico en el valle de Baztan y los pueblos de Xareta (Zugarramurdi y Urdazubi) Fermín Irigarai, quien firmaba sus artículos en euskera como Larreko. Interesado en el tema de la toponimia, hizo sus pesquisas entre los vecinos de Zugarramurdi para localizar el famoso prado del akelarre. Debe señalarse que hace un siglos el tema de los famosos procesos de hechicería estaba totalmente olvidado entre los vecinos de Zugarramurdi y pueblos vecinos, y que, para sorpresa de Irigarai, además nadie conocía lugar alguno conocido como Akelarrea. Sí, en cambio, el lugar de Alkelarrea.

Ya más de una vez se ha señalado que akelarre es una palabra extraña, puesto que según las leyes fonéticas del euskera (y la fonética es precisa como las matemáticas), el compuesto de aker "macho cabrío, chivo" y larre "prado, campa" debería ser akerlarre. Más conforme con la fonética vasca es el término -éste sí, con visos de ser vedadaremente popular- con que en Bizkaia se ha designado al lugar de reunión de las brujas: Eperlanda, de eper "perdiz", y landa "pradera, campa".
Por lo que respecta a alkelarre, se trata de un topónimo bien inocente, puesto que designa un prado donde crece la hierba llamada en euskera alke-belarra, conocida en castellano como grama de penachos (Dactylis glomerata), muy apreciada por los pastores vascos y que ha dejado abundante toponimia en Euskal Herria: el pueblo guipuzcoano de Alkiza es uno de ellos.

Hennningsen no sabe euskera, pero puesto en la pista por Mikel Azurmendi investigó el asunto y encontró que en la documentación notarial de Zugarramurdi (apeos de tierras, contratos de ventas, arrendamientos, etcétera) efectivamente aparece numerosas veces el lugar de Alkelarrea, antes y después del famoso proceso. Y a principios del siglo XX también, como hemos visto.

Así pues, según todas las evidencias, lo de convertir un topónimo pastoril en un peligroso centro de reunión de brujos en torno al diablo en forma de macho cabrío (imagen procedente de la literatura teológica culta que contaminó las creencias del pueblo, y no al revés) fue una deliberada manipulación de algún eclesiástico euskaldun. Los candidatos más seguros son fray León de Aranibar, abad de Urdazubi (la persona que casi con toda seguridad cursó denuncia al Santo Oficio, aunque luego se retractó de su credulidad brujeril, convencido por Venegas y Salazar), o bien el tétrico párroco de Bera, Lorenzo de Hualde, uno de los que más hicieron por avivar el fuego de las hogueras.

El mismo Venegas sabía bien de qué hablaba cuando en un informe escribió:

"Aunque el mismo Licenciado Alvarado visitó las Cinco Villas y otros lugares con su misma persona, no se entendió en ellas hubiese ninguna persona inficionada de esta mala secta. Y con haber muchas personas ancianas en ellas, ninguna sabía qué cosa era ser brujo, ni cosa que oliese a esta mala arte, ¡ni qué cosa era aquelarre!"

Por otra parte, las descripciones de los akelarres y otras fechorías brujeriles que encontramos en la documentación del proceso de Zugarramurdi dicen poco sobre las creencias de las gentes del pueblo llano de entonces: en un 95% responden a lo que los eclesíasticos encontraban en los tratados eruditos sobre el tema, con el famoso Malleus maleficarum a la cabeza. De hecho, lo que supuestamente hacían los brujos vascongados se parece como una gota de agua a lo que hacían sus colegas hechiceriles de la Lorena francesa, de Westfalia o, ya a fines del siglo XVII, en Salem y otros lugares de la colonia de Nueva Inglaterra.

Lo que sí hay es algo de color local: aquellas pobres gentes colorearon su lavado de cerebro con algunas creencias populares locales, como que las brujas provocan el malicioso y destructivo viento sur -hego haizea en euskera-, pero lo más espectacular es que encontramos cuentos populares sobre brujas y otros seres, que han sido recogidos siglos después por folcloristas, y que los baserritarras siempre cuentan con cierta retranca y añadiéndoles el prescriptivo omen del euskera, "Dicen que...". La diferencia es que para gentes como De Lancre, Del Valle Alvarado o Lorenzo de Hualde se trataba ni más ni menos que de hechos positivos.

La anciana María de Zozaia, natural de Rentería, que murió de enfermedad en la prisión de Logroño, fue una auténtica mina de información para aquellos clérigos tan cultos y letrados como crédulos, ya que llega a hacerse protagonista a sí misma. Así, en la Relación anónima leemos:

"Y por dar fin a tantas y tan grandes maldades con la bruja de la caza, entre otras cosas que refiere la dicha María de Zozaya, declara que, habiendo en la villa de Rentería un clérigo cazador, muchas veces cuando iba a la caza le decía: Señor compadre, mate muchas liebres para que nos dé lebrada a todos. Y luego se iba a casa, y habiéndose untado con el agua hedionda que se untaba para ir al aquelarre, caminaba hacia la parte donde iba el dicho clérigo, y el demonio la ponía en forma de liebre, y arremetiendo contra ella los galgos, corría por los campos haciéndoles muchas burlas, vueltas y revueltas hacia todas partes, con lo que el clérigo y las demás personas que con él iban andaban desatinados, corriendo tras los perros, porque siempre revolvía hacia donde andaban los cazadores, con que con mayores voces y furias la perseguían, y no cesaba de hacerles burlas hasta que los galgos y cazadores cansados la dejaban...".

Esto, contado a los señores inquisidores como un hecho real (y sería bien curioso saber cómo lo hizo en euskera, pues María de Zozaia era euskaldun monolingüe y necesitó de intérprete), no es más que la versión más antigua que nos ha llegado del cuento popular conocido como Mateo Txistu, Apaiz Beltza (el "cura negro"), Salomon Apaiza, etcétera.

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